¡CUÁNTOS LIBROS¡ ¿LOS HA LEÍDO TODOS?
Por: Lázaro Sarmiento
El Directorio Telefónico de La Habana, edición de 1957, de la Cuban Telephone Company, en intimidad con la Poesía, de Pablo Neruda, y La Ciudad de las Patrañas, de David Mamet, y muy cerca de Yo Publio. Confesiones Raúl Martínez. Mi biblioteca tiene dos categorías de libros : los que disfruto como lector puro (este término es solo provisional) y los que constituyen herramientas de trabajo. Sin embargo, no todo el mundo ve como algo natural la cantidad de libros que acumula la gente que redacta artículos, escribe programas o realiza investigaciones. Además, las citadas categorías bibliotecarias se contaminación entre sí y evidencian la fragilidad de las etiquetas.
En un texto de 1990, Cómo justificar una biblioteca privada, Umberto Eco pone como ejemplo de una situación obvia al visitante que entra en su casa, cuya vasta biblioteca no puede pasar inadvertida, entre otras cosas porque no hay nada mas, y dice: ¡Cuántos libros¡ ¿Los ha leído todos? Eco reflexiona: “Al principio, creía que la frase revelaba sólo a personas de escasa familiaridad con el libro, avezadas a ver sólo estanteriuchas con cinco novelas policíacas y una enciclopedia infantil en fascículos. Pero la experiencia me ha enseñado que la frase la pronuncian incluso personas insospechadas”.
Y seguidamente Eco observa: “Se puede decir que se trata, con todo, de personas que tienen una noción de la estantería como depósito de libros leídos y no de la biblioteca como instrumento de trabajo, pero no basta. Creo que, ante muchos libros, cualquiera cae presa de la angustia del conocimiento, y finalmente se desliza hacia la pregunta que expresa su tormento y sus remordimientos”.
Un lector de novelas sin dudas quedará cautivado por el virtuosismo y la originalidad de un escritor como Yasunari Kawabata . En cambio, para un estudioso de la literatura japonesa, o mundial, una obra como "Lo bello y lo triste", de este desaparecido autor, será una herramienta de trabajo sin que por ello pierda su característica inicial: una obra de ficción para ser disfrutada antes que estudiada. Y entonces habrá que responder esta pregunta: ¿acaso el crítico no disfruta una novela cuando la descuartiza para ver como fue construida. Otro ejemplo obvio.
Por lo demás, un directorio telefónico no se lee de la misma manera que una novela de Kawabata, ni tampoco pertenece al tipo de libro que la mayoría de las personas vincula al concepto tradicional de biblioteca personal. Pero cuando indagué por determinados cines y bares para un trabajo sobre varias esquinas habaneras que eran como pequeñas capitales dentro de algunos barrios, el directorio con sus páginas amarillas y sus ilustraciones me resultó una herramienta de extraordinaria utilidad. Este volumen esperó diez años antes de ofrecerme sus datos. Y lo hizo con una nostalgia táctil que , por ahora, Internet carece.
Hay muchos libros "no leídos" que ocupan un lugar en el estante de la biblioteca por otras misteriosas razones muy distantes a las características de herramientas de directorios, diccionarios y demás obras denominadas de referencia. Puede suceder que transcurra un largo tiempo antes que el día menos esperado "Lo bello y lo triste" despierte nuestra atención . Y sobre otros libros no llegaremos jamás a saber si nos hubieran gustado porque nunca los leeremos. Las bibliotecas privadas existen también para provocarnos. Pero desconocemos el momento en que ocurrirá el pinchazo.
Esta es solo una de las motivaciones para seguir adquiriendo libros. Es un razonamiento tan obvio que resulta raro que alguna gente no lo entienda cuando contempla el montón de ejemplares que compré hoy en la Feria del Libro de La Habana.
Por: Lázaro Sarmiento
El Directorio Telefónico de La Habana, edición de 1957, de la Cuban Telephone Company, en intimidad con la Poesía, de Pablo Neruda, y La Ciudad de las Patrañas, de David Mamet, y muy cerca de Yo Publio. Confesiones Raúl Martínez. Mi biblioteca tiene dos categorías de libros : los que disfruto como lector puro (este término es solo provisional) y los que constituyen herramientas de trabajo. Sin embargo, no todo el mundo ve como algo natural la cantidad de libros que acumula la gente que redacta artículos, escribe programas o realiza investigaciones. Además, las citadas categorías bibliotecarias se contaminación entre sí y evidencian la fragilidad de las etiquetas.
En un texto de 1990, Cómo justificar una biblioteca privada, Umberto Eco pone como ejemplo de una situación obvia al visitante que entra en su casa, cuya vasta biblioteca no puede pasar inadvertida, entre otras cosas porque no hay nada mas, y dice: ¡Cuántos libros¡ ¿Los ha leído todos? Eco reflexiona: “Al principio, creía que la frase revelaba sólo a personas de escasa familiaridad con el libro, avezadas a ver sólo estanteriuchas con cinco novelas policíacas y una enciclopedia infantil en fascículos. Pero la experiencia me ha enseñado que la frase la pronuncian incluso personas insospechadas”.
Y seguidamente Eco observa: “Se puede decir que se trata, con todo, de personas que tienen una noción de la estantería como depósito de libros leídos y no de la biblioteca como instrumento de trabajo, pero no basta. Creo que, ante muchos libros, cualquiera cae presa de la angustia del conocimiento, y finalmente se desliza hacia la pregunta que expresa su tormento y sus remordimientos”.
Un lector de novelas sin dudas quedará cautivado por el virtuosismo y la originalidad de un escritor como Yasunari Kawabata . En cambio, para un estudioso de la literatura japonesa, o mundial, una obra como "Lo bello y lo triste", de este desaparecido autor, será una herramienta de trabajo sin que por ello pierda su característica inicial: una obra de ficción para ser disfrutada antes que estudiada. Y entonces habrá que responder esta pregunta: ¿acaso el crítico no disfruta una novela cuando la descuartiza para ver como fue construida. Otro ejemplo obvio.
Por lo demás, un directorio telefónico no se lee de la misma manera que una novela de Kawabata, ni tampoco pertenece al tipo de libro que la mayoría de las personas vincula al concepto tradicional de biblioteca personal. Pero cuando indagué por determinados cines y bares para un trabajo sobre varias esquinas habaneras que eran como pequeñas capitales dentro de algunos barrios, el directorio con sus páginas amarillas y sus ilustraciones me resultó una herramienta de extraordinaria utilidad. Este volumen esperó diez años antes de ofrecerme sus datos. Y lo hizo con una nostalgia táctil que , por ahora, Internet carece.
Hay muchos libros "no leídos" que ocupan un lugar en el estante de la biblioteca por otras misteriosas razones muy distantes a las características de herramientas de directorios, diccionarios y demás obras denominadas de referencia. Puede suceder que transcurra un largo tiempo antes que el día menos esperado "Lo bello y lo triste" despierte nuestra atención . Y sobre otros libros no llegaremos jamás a saber si nos hubieran gustado porque nunca los leeremos. Las bibliotecas privadas existen también para provocarnos. Pero desconocemos el momento en que ocurrirá el pinchazo.
Esta es solo una de las motivaciones para seguir adquiriendo libros. Es un razonamiento tan obvio que resulta raro que alguna gente no lo entienda cuando contempla el montón de ejemplares que compré hoy en la Feria del Libro de La Habana.
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