viernes, 11 de junio de 2010
LAS CANCIONES MÁS POPULARES EN CUBA EN 1960
Contigo besos salvajes (Manuel Fontals y Claudio Estrada) por Ñico Membiela.
La pachanga (Eduardo Davidson), distintas versiones.
Sabor a mí (Álvaro Carrillo), Rolando Laserie y Lucho Gatica.
Sombras (R. Sansores y Carlos Brito), Blanca Rosa Gil.
Orgullo (Armando Valdespi), distintas versiones.
Ódiame (Rafael Otero), distintas versiones.
El pájaro chogüí (India Pitagua), Héctor Cabrera.
Ayúdame dios mío (Mario de Jesús) Héctor Cabrera.
Recuerdos de Ipacarai (Demetrio Ortiz), Monna Bell.
Egoísmo (Eduardo Arias), Orlando Contreras y Adilia Castillo.
Algunos de estos títulos fueron éxitos en las victrolas. Unos años después, de niño, recuerdo que Monna Bell y Lucho Gatica seguían siendo muy populares en las emisoras de radio de Cuba.
Fuente: Orejuela Martínez, Adriana. El son no se fue de Cuba. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2006.
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domingo, 6 de junio de 2010
IMÁGENES DE ALICIA ALONSO EN LOS ARCHIVOS DE LIFE.
En los archivos en internet de la revista Life hay un buen número de fotografías de Alicia Alonso pertenecientes a su luminosa trayectoria en el American Ballet Theater. La estrella cubana que pronto cumplirá 90 años de edad acaba de recibir en Nueva York un emocionante homenaje de esta compañía danzaria donde ella compartió una parte importante de su vida artística. De la gala que tuvo lugar en el Metropolitan Opera House, la Alonso afirmó:
“Fue una noche espléndida, una de esas experiencias que un ser humano no puede olvidar”.
En La Habana, el periódico Granma reflejaba en la primera página de su edición del sábado 5 de junio de 2010 el homenaje tributado a la bailarina Alicia Alonso por el American Ballet Theater, en Nueva York.
Imágenes de Alicia Alonso en 1944, American Ballet Theater, Nueva York. Fotógrafo Gjon Mili. Archivos de Life en internet.
ALICIA ALONSO EN BUENA SUERTE VIVIENDO:
ALICIA ALONSO, NOASTALGIA DEL FUTURO.
NUESTRAS VIDAS APUNTAN HACIA UNA EDAD.
ALICIA ALONSO DETIENE EL TIEMPO.
Alicia Alonso American Ballet Theater imágenes Life ballet en Nueva York
sábado, 5 de junio de 2010
SILVIO RODRIGUEZ Y LA LITERATURA DE CIENCIA FICCION.
“El libro que me fanatizó fue La nebulosa de Andrómeda…”
Los autores del volumen le hacen a Silvio esta pregunta clásica: Hay un diluvio, un naufragio, un desastre, un cataclismo, una invasión extraterrena, lo de siempre, y tú puedes salvar cinco canciones tuyas, cinco libros ajenos (además de este), cinco películas ¿Cuáles serían?
Estos son los libros, canciones y películas que Silvio Rodríguez hubiera salvado en 1984. Veintiséis años después, tal vez la selección no sea idéntica frente a un cataclismo o una invasión extraterrena. En cambio, me atrevo a opinar de que su respuesta de entonces a la la pregunta ¿para qué se canta? sería ahora la misma:
“Yo canto por goce y por conciencia. O sea, que disfruto cantando lo que invento. Incluso a veces me parece que vale la pena que cante a los demás algunas de las cosas que se me ocurren. Pero yo soy un hombre con su visión del mundo, un hombre que ha tomado partido. De lo que resulta que estoy invitando a todos a sumarse a mi bando, que es el bando de la Revolución y la belleza. ”
Silvio Rodríguez poseía en los años ochenta una de las mejores bibliotecas de ciencia ficción de Cuba. El dato aparece en el libro Silvio: que levante la mano la guitarra, de Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras, publicado por Letras Cubanas en La Habana en 1984.
Ese volumen, que ha tenido varias ediciones, abarca valoraciones sobre la nueva trova cubana , la trayectoria de Silvio entre 1949 y 1983, los textos de muchas de sus canciones, fotografías, una cronología del artista y una larga entrevista que trata de acercamos a su personalidad y a los rasgos de su mundo creativo.
Es de suponer que la biblioteca de ciencia ficción de Silvio Rodríguez sea en la actualidad tan buena como en la época en que se publicó este libro.
“Desde niño me atrae la literatura y el arte fantástico. También el género de horror. Creo que le debo tanto a Drácula, Buck Rogers y Peter Pan como a Sindo Garay, los Beatles y Beethoven. Y actualmente hay extraordinarios escritores de ciencia ficción, verdaderos artistas.
“El libro que me fanatizó fue La nebulosa de Andrómeda, del soviético Iván Efremov. Claro que antes había leído a Poe, Hoffman, Stevenson, Lovecraft, Verne, Conan Doyle, Wells y Burroughs. Por una edición que hizo la Revolución, a principios de los sesenta, descubrí a ese poeta que lleva por nombre Ray Bradbury –él me acabó de reclutar. Luego llegué al inestable y megalómano maestro Asimlov; admiré al impenitente y tierno idealista Clarke; zozobré sin remedio ante la dolorosa humanidad de Teodore Sturgeon”.
Silvio afirmaba que la literatura de ciencia ficción es un género duro, “sobre todo hoy, donde cada día la realidad amenaza con ridiculizar la fantasía. Es un género de profetas o parlanchines. Creo que por eso me gusta: porque lo valioso reluce con toda claridad sobre lo inútil”.
Los autores del volumen le hacen a Silvio esta pregunta clásica: Hay un diluvio, un naufragio, un desastre, un cataclismo, una invasión extraterrena, lo de siempre, y tú puedes salvar cinco canciones tuyas, cinco libros ajenos (además de este), cinco películas ¿Cuáles serían?
“Preferiría salvar vidas humanas a cualquier cosa inventada por el hombre. De no poder ser así, preferiría salvar objetos prácticamente útiles, en caso de desastre. Pero si tampoco pudiera ser así, quizás preferiría no salvar nada, porque creo que acabaría odiándolo todo, al quedarme tan solo. Aun así voy a tratar de contestar la pregunta.
“Mis canciones: La era está pariendo un corazón, Al final de este viaje, Te doy una canción, Playa Girón, Rabo de nube, Testamento, Unicornio.
“Los libros: Las mil y una noches; La edad de oro, de José Martí; Poemas humanos, de César Vallejo; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; El señor de los anillos, de J. R. Tolkien; El pequeño príncipe, de Antoine de Saint-Exupèry.
“Las películas: El gran dictador, de Charles Chaplin; Madre Juana de los Ángeles, de Jerzy Kawalerowiez; Solaris, de Andrei Tarkovski; Fantasía, de Walt Disney; El séptimo sello, de Ingmar Bergman.”
“Mis canciones: La era está pariendo un corazón, Al final de este viaje, Te doy una canción, Playa Girón, Rabo de nube, Testamento, Unicornio.
“Los libros: Las mil y una noches; La edad de oro, de José Martí; Poemas humanos, de César Vallejo; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; El señor de los anillos, de J. R. Tolkien; El pequeño príncipe, de Antoine de Saint-Exupèry.
“Las películas: El gran dictador, de Charles Chaplin; Madre Juana de los Ángeles, de Jerzy Kawalerowiez; Solaris, de Andrei Tarkovski; Fantasía, de Walt Disney; El séptimo sello, de Ingmar Bergman.”
Estos son los libros, canciones y películas que Silvio Rodríguez hubiera salvado en 1984. Veintiséis años después, tal vez la selección no sea idéntica frente a un cataclismo o una invasión extraterrena. En cambio, me atrevo a opinar de que su respuesta de entonces a la la pregunta ¿para qué se canta? sería ahora la misma:
“Yo canto por goce y por conciencia. O sea, que disfruto cantando lo que invento. Incluso a veces me parece que vale la pena que cante a los demás algunas de las cosas que se me ocurren. Pero yo soy un hombre con su visión del mundo, un hombre que ha tomado partido. De lo que resulta que estoy invitando a todos a sumarse a mi bando, que es el bando de la Revolución y la belleza. ”
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jueves, 3 de junio de 2010
LA PRIMERA CANCION DE AGUSTIN LARA
Por: Lázaro Sarmiento
Sé que La primera canción de Agustín Lara es uno de los textos preferidos de Sigfredo Ariel y que José Emilio Pacheco forma parte de sus querencias en la poesía. Y ninguna frase estaba tan bien colocada como “canciones memoriosas” que Robert Martín, Gladys Roque, o María Gregoria pronunciaban en aquellos programas de Radio Ciudad, “desde el quinto piso del Edificio Ene”. Entonces, el fonógrafo imaginario hacía sonar en el aire de La Habana las canciones de Lara y parecía que no había distancias entre el momento en que se escucharon por primera vez y la audición radiofónica.
LA PRIMERA CANCION DE AGUSTIN LARA
La noche engendra música. A su imán
acuden las canciones memoriosas, el piano
desafinado, la guitara ya casi polvo, el violín
comido por los años, las maracas
que suenan como huesos. Y los ancianos
vamos a congregarnos en este círculo mágico.
Nos verá la espalda
el presente que nos asfixia, el agobio
de estar vivos aquí y ahora.
Sonará como entonces la blanda música.
Nos recubre esa vida que fue la nuestra
y mantiene a raya el sepulcro abierto.
Muchacha que hoy serás como fue mi abuela,
en esta noche tienes veinte años todavía.
Cómo impedir una lágrima cursi o dar las gracias
pues me quedé con tu rostro del 29.
Ahora, de pronto, casi en mi tumba, vuelves
en la canción tristísima. Por un momento
somos de nuevo los hermosos amantes.
(Incluido en el libro Desde entonces (1975-1978) de José Emilio Pacheco)
Mis padres de luna de miel en la Playa de Guanabo, 1954. Abajo: anuncio comercial de 1951.
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martes, 1 de junio de 2010
LA HABANA Y LAS ACERAS DEL DESEO.
Por: Lázaro Sarmiento
¿Qué se hizo la gente que hace veinte o treinta años se paraba de noche en los portales de La Sortija? Algunas antiguas aceras del deseo en La Habana desaparecieron en medio de aluviones de noticias, arterias envejecidas, rutas desviadas, pasajes en aeropuertos, felicidades domésticas…
El costado del Hotel Plaza, La Sortija, el Paradero de la Víbora, la tendedera de Acosta...son ahora escenarios jurásicos, sitios olvidados de encuentros casuales , sin público con brillo "de fiesta" en las miradas.
En los años ochenta, a un tramo de la calle Monte, entre Cárdenas y Zulueta, un escritor notable le llamaba, entre sus íntimos, “El hueco de Proserpina” porque en la madrugada varios de sus amigos gays se perdían entre las columnas del lugar, raptados como Proserpina por manos poderosas. Para ellos, a esas horas, no había nada más profundo y placentero que la urgencia de su sexo.
Cambian los perfumes sobre los cuellos y el alcance de algunas palabras. Y cambian las marcas de cigarro que producen el humo que enlaza los labios. Pero permanecen idénticas ciertas mímicas del cuerpo en la madrugada.
Ante la progeria de estos lugares, la ciudad inventa otros escenarios para el deseo.
En los años ochenta, a un tramo de la calle Monte, entre Cárdenas y Zulueta, un escritor notable le llamaba, entre sus íntimos, “El hueco de Proserpina” porque en la madrugada varios de sus amigos gays se perdían entre las columnas del lugar, raptados como Proserpina por manos poderosas. Para ellos, a esas horas, no había nada más profundo y placentero que la urgencia de su sexo.
Cambian los perfumes sobre los cuellos y el alcance de algunas palabras. Y cambian las marcas de cigarro que producen el humo que enlaza los labios. Pero permanecen idénticas ciertas mímicas del cuerpo en la madrugada.
Ante la progeria de estos lugares, la ciudad inventa otros escenarios para el deseo.
Imagen: Proserpina, obra de JosephHeintz.
HOTEL PLAZA.
HOTEL PLAZA.
En esta calle hubo hace tiempo una parada de ómnibus. Los hoy inmaculados portales del Hotel Plaza de La Habana alguna vez fueron sitios de encuentros casuales.
El siguiente poema, Hotel Plaza, pertenece al libro Fotos de la Memoria (2001-2007) del escritor Alberto Acosta-Pérez (La Habana, 1957).
Cuando abandoné la habitación
alquilada por cuatro o cinco horas,
miré de reojo tu cuerpo aún dormido
y salí a la calle pisando fuerte y sin bajar la mirada.
Todos me vieron caminar con el rostro sereno,
como si no hubiera pasado nada irrevocable.
No repararon en las orejas y la mordida,
ni en el olor que como un argumento definitivo
se quedó en mi carne igual que los dinosaurios en las rocas
antiguas
un olor enredado para siempre en las estrellas vaporosas
y distantes.
Cuando abandoné la habitación
alquilada por cuatro o cinco horas,
miré de reojo tu cuerpo aún dormido
y salí a la calle pisando fuerte y sin bajar la mirada.
Todos me vieron caminar con el rostro sereno,
como si no hubiera pasado nada irrevocable.
No repararon en las orejas y la mordida,
ni en el olor que como un argumento definitivo
se quedó en mi carne igual que los dinosaurios en las rocas
antiguas
un olor enredado para siempre en las estrellas vaporosas
y distantes.
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