domingo, 4 de diciembre de 2011

CINE, SEXO Y CIGARRILLOS


Por: Lázaro Sarmiento

Con el tiempo los cigarros se convirtieron en un símbolo de poder, o en sustitutos del pene.

En la historia del cine el tabaco asumió una función alegórica. Hubo una época inicial en la que los directores no se atrevían a mostrar ni un beso en la pantalla por miedo a la censura y el cigarro se afincó como símbolo del deseo.Las estrellas del celuloide contribuyeron a extender por el mundo el hábito de fumar. En el libro La diva nicotina, historia del tabaco, su autor Iain Gately escribe...

“Cuando la heroína de la película quería expresar un interés sexual, aparecía fumando o pidiendo fuego. Las primeras estrellas del cine, como Bette Davies, parecían estar siempre fumando. El cigarrillo era la metáfora más explícita para una actividad carnal que no estaba permitida”.

Más adelante, Gately apunta que los cigarros pasaron a ser un símbolo de poder, o un sustituto del pene, como afirmó Carl Jung, discípulo de Freud:

“Los hombres de negocios, los del mundo del espectáculo y los gánsters aparecían en las películas fumando un cigarro. Edward G. Robinson, rey de los matones de la pantalla, sabía mordisquear el extremo de su cigarro con un gesto tan amenazador que a las mujeres del público caían desmayadas”.


A veces en mis fantasías eróticas me veo fumando en la cama, con el deseo entre los dedos, acostado boca arriba, después de hacer el amor y darme una ducha, en camiseta, colonia y música suave en el ambiente, dibujando historias en la habitación con el humo de un cigarro, como en las películas..Y que conste: no fumo.







Siempre hubo un cigarro cerca de los labios de Bette Davis (1908-1989). La foto pertenece a la cinta La extraña pasajera (1942) , que pasaban con frecuencia en aquel inolvidable programa Cine del Hogar.


jueves, 1 de diciembre de 2011

CASABLANCA, ABRAZADOS AL RECUERDO.



Por: Lázaro Sarmiento

Cada vez que los reflectores de la nostalgia se mueven sobre el horizonte fílmico aparece Casablanca.

En La Habana, el canal Multivisión proyectó esta película la pasada madrugada y, como sucede siempre que se exhibe en alguna televisora del planeta, muchos espectadores se acomodaron en sus asientos favoritos para disfrutarla, quizás por tercera, quinta o sexta ocasión. Hay quienes como el autor del blog Migue y el Fabuloso Trompetista Invisible quisieran vivir los últimos años de vida en los fotogramas de esa cinta, aunque fuera como el más anónimo de los extras o el más insignificante objeto. Y en Cuba existe una emisora de música instrumental que ni un solo día deja de transmitir, a solicitud de sus oyentes, As time goes bye, el mítico tema de Casablanca.


Esta cinta que la Warner Bros lanzó en 1942 sigue funcionando en la segunda década del siglo veintiuno a “despecho de teorías estéticas y cinematográficas”.

Una encuesta realizada en 2008 por la revista británica Empire otorgó a Casablanca el puesto 18 entre las 500 mejores películas de la historia. Entre quienes la ubicaron en ese lugar estaban Guillermo Del Toro, Cameron Crowe, Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar.


En un texto titulado Casablanca, o el renacimiento de los dioses, Umberto Eco analiza el fervor nostálgico que siempre suscita su exhibición y subraya que, desde el punto de vista de una crítica exigente, es una película muy modesta. Este ensayo figura en el libro La estrategia de la ilusión (Editorial Lumen, Barcelona, 1999).

“Fotonovela, folletín, donde la verosimilitud psicológica es muy débil y los efectos dramáticos se encadenan sin demasiada lógica. Y sabemos por qué: la película fue pensada a medida que se rodaba, y hasta el último momento ni el director los guionistas sabían si Ilse se marcharía con Víctor o con Rick.”

“Pero justamente porque están todos los arquetipos, justamente porque Casablanca es la cinta de otras mil películas y porque cada acto repite en ella un papel interpretado otras veces, opera en el espectador la resonancia de la intertextualidad. Casablanca lleva consigo, como en una estela de perfume, otras situaciones que el espectador refiere a este film sin recordar otras películas aparecidas después como Tener y no tener…Así que Casablanca no es una película, sino muchas, una antología.”



¿Qué tiene entonces Casablanca que mantiene su fascinación casi setenta años después de realizada? La respuesta la ofrecía ya en 1956 Guillermo Cabrera Infante, Caín, en las páginas de la revista habanera Carteles:

“ Casablanca es como mirar una vieja fotografía: ahí está uno, pero de alguna manera ése no es uno: por el medio está el recuerdo, el tiempo pasado y la renovada presencia fotográfica, ganada su batalla al tiempo, pero perdiéndola, porque el tiempo no pasa: pasa uno por él y como en un estrecho pasadizo de zarzas se deja el vestido y la piel en sus espinas: en fin, que el tiempo es como la banca en la ruleta, siempre gana, aun perdiendo gana. Y ha ganado contra Casablanca”.


Sobre los cuatro puntos de excelencia que en su época de crítico cinematográfico en La Habana le otorgó a Casablanca, Cabrera Infante sugería a los lectores de Carteles preguntar ¿a qué vienen?

Respuesta: “Son por el recuerdo”.

Imagen de abajo: El escritor Guillermo Cabrera Infante en un bar de Santiago de Cuba en el año 1959.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

GIREN CINTAS DE CELULOIDE, COMO GIRA EL UNIVERSO ¡



“No a ustedes, delgadas revistas y oscuras publicaciones
Con sus estudiosas incursiones en la pomposidad de las hormigas.
No a ti, teatro experimental en el que la realización Emotiva
Se une al Conocimiento Poético para siempre, no a ti
Orgullosa Opera, obvia como una oreja (aunque estás
Cerca de mi corazón, sino a ti, Industria del Cine,
¡es a ti a quien amo¡”

(Frank O’Hara, del poema A la industria cinematográfica en crisis)


¡Giren, cintas de celuloide, como gira el universo ¡



“Yo soy grande- dice la Desmond-, son las películas quienes se han empequeñecido”.
(Gloria Swanson en El ocaso de una vida)




“Se exhibe a la artista como si fuera una res”.
Mirta Aguirre en una crítica cinematográfica refiriéndose a María Félix en el filme La diosa arrodillada)



“Pero en el cine, sentado en la oscuridad, con las imágenes yendo y viniendo, es como si una lluvia de meteoritos le cayera encima a uno”.
(Henry Miller)


domingo, 27 de noviembre de 2011

MERCEDES GARCIA EN SU CASA DE SUEÑOS.



Por: Lázaro Sarmiento

El Martini era uno de los tragos preferidos de Mercedes García Ferrer. Lo recordé esta tarde cuando hojeaba un libro con recetas de la coctelería en Cuba. En una ocasión, ella me pidió que le buscara en el bar del Capri, frente a su apartamento en la esquina de N y 21, este trago preparado con ron blanco y vermut seco.

A la casa de Mercedes me llevó por primera vez Joaquín Baquero exhibiendo mi timidez y curiosidad en la época en que estábamos en el Servicio Militar. Al principio yo no pronunciaba ni una palabra, mis labios no se movían. Ella me prestaba atención con su mirada, como el malicioso truco de las actrices que hacen sentir a cada espectador como su único invitado especial. Seguramente mis ojos revelaban la fascinación que me despertaban sus conversaciones con los amigos y conocidos que a cualquier hora del día pasaban por su sala, rodeada de cristales y pinturas. Intercambiaban noticias y mencionaban libros y autores (Mercedes era un lectora voraz) películas, canciones , trovadores (Silvio, Serrat, Pablo…)…Desnudaban el mundo y a los que lo habitaban y ella hablaba del misterio de la poesía, de Colette, Lorca , Donoso y del don que trae determinada gente al nacer. Había tertulias que se extendían hasta la madrugada. Un día Mercedes me contó sobre el joven amante que la peinaba frente al espejo de su habitación y luego le hacía el amor sobre una alfombra de rosas. Se narraban historias íntimas y ajenas. Y de vez en cuando se generaban pequeños terremotos. Con ella y una amiga fui varias veces a cenar a la Bodeguita del Medio con el beneplácito de su gerente, Martínez, un viejo admirador de Mercedes. A ella le gustaban los frijoles negros dormidos.

En los años setenta , la casa de Mercedes en el Vedado era un lugar de peregrinaje para jóvenes artistas y otros ya destacados que tocaban a su puerta atraídos por la irradiación, los vaticinios y las observaciones de esta reina hechizante que muchos intuían era una gran poetiza pero cuyos textos conocían pocos lectores. No fue hasta veinte años después de su muerte cuando se publicó un libro suyo.

Aunque yo era un visitante intermitente, con el tiempo me sentí ligado a ese mundo donde la fabulación se entrelazaba con la realidad cotidiana. Hay diálogos e imágenes de entonces que nunca he olvidado. También rostros. Fue un aprendizaje.

La última vez que vi a Mercedes estaba en cama, minada por el cáncer. Unos meses atrás le había conseguido en Radio Ciudad un contrato para adaptar obras de teatro que se transmitían los domingos. Me lo agradeció con la energía alucinante que en ocasiones antecede a la muerte. Y habló de próximas obras radiofónicas pues, dijo, el dinerito de los libretos le vendría muy bien. Miguel Barnet había ido a verla esa noche. Ambos fingimos que creíamos en el entusiasmo de una mujer a la que se le escapa la vida. Después de despedirnos de Mercedes y de su mamá Panchita caminamos en silencio por la calle 23. De pronto, en medio de la multitud, los automóviles y las luces de la Rampa, Miguel recitó su Madrigal para Mercedes García, publicado en 1980. Cuando terminó, aplaudimos a Mercedes y nos secamos los ojos.

“Cuando todos los cristales de tu casa de sueños
se hayan roto

Cuando todas las puertas de mi casa de sombras
se hayan cerrado

Espérame

Yo iré a buscarte sin máscaras
debajo de la noche

Tú abrirás las puertas de mi casa de sombras

Yo restauraré los cristales de tu casa de sueños."







Edificio donde vivía Mercedes García Ferrer. Su hija, la doctora Cecilia Castañeda, continúa residiendo en el mismo apartamento.








Desde esta pequeña terraza encima del Club 21, Mercedes veía la vida pasar a la sombra del Hotel Capri.

Arriba: Mercedes García Ferrer en una lectura de poemas en su natal Camajuaní.


sábado, 26 de noviembre de 2011

CUBAN MANHATTAN (MANHATTAN CUBANO)



En un vaso de composición:

Una y media onzas de ron carta oro, 3 golpes de angostura, ½ onza de vermut y trozos de hielo

Revolver y servir colado en una copa de coctel.

Adornar con una guinda.

Así se prepara este "Manhattan” según Fernando G. Campoamor en su libro Cocteleria cubana, 100 recetas con ron, publicado en La Habana.


Arriba: Manhattan desde el Empire State.
Abajo: Bulevar de San Rafael, La Habana.
Fotos: Lázaro Sarmientop

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