domingo, 12 de diciembre de 2010

UNA CARTA DESDE EL PALACIO DE BUCKINGHAM.

Por: Lázaro Sarmiento

Yo era un niño monárquico. A los ocho años de edad, el delirio hizo que redactara en mis cuadernos escolares una carta magna que convertía a Cuba en una monarquía. Y por esa época copié de la Guía Telefónica las direcciones de los embajadores de los reinos acreditados en La Habana y les pedí fotografías de los reyes, emperadores y sultanes que ellos representaban, así como los textos de las constituciones de sus países. En pocos días se estableció una extraña actividad de correos que tenía desconcertado al cartero – un negro muy alto y muy correcto- encargado de la correspondía en la calle del barrio de Luyanó donde yo vivía. Y como era un niño con suerte, del Palacio de Buckingham recibí una carta firmada por uno de los secretarios de Su Majestad británica que gentilmente daba acuse de recibo de mi misiva, la cual venía acompañada de una fotografía a color de Isabel II del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte . Hubo alboroto en el clan familiar y a partir de ese momento los muchachos de la escuela me respetaron más: “la reina de Inglaterra le escribió una carta a Lazarito”. Mi abuela colocó en un cuadro la imagen de la soberana y lo colgó muy cerca del altar de San Lázaro, en una de las paredes de su cuarto. Allí estuvo por varios años hasta que los motores y los discursos de la historia borraron los colores del retrato junto a mi fervor monárquico. Y con el tiempo olvidé la fotografía de la Reina. Pero hoy recordé aquella imagen, perfecta en su frialdad y distancia, al observar las caras de pánico del Príncipe Carlos y Camilla Parker-Bowles cuando su automóvil en Londres fue blanco de las protestas estudiantiles que por estos días sacuden la capital británica. Dicen que algunos manifestantes gritaban "¡Cortarles la cabeza!".

Calle Velázquez, en el barrio de Luyanó. La Habana.

sábado, 11 de diciembre de 2010

UN CRETINO.

“Recuerdo un regreso a Roma en tren, al atardecer. No sé de dónde volvía, pero me aguardaba una esposa o una amante y un corro de niños que cantaban. Hacía calor en el crepúsculo. El tren bordeaba ese barrio de chabolas de las afueras donde las casas son simples cobertizos redimidos por la salvaje fertilidad de los pequeños jardines. En uno de esos jardines diminutos, un joven se bañaba desnudo en una palangana. Se habría dicho que se preparaba para atender las mesas de una trattoria del Gianicolò. Sólo recuerdo su aspecto juvenil, la palidez de su piel, el vello de las axilas y la ingle. Lo amé. ¡Cómo lo amé! En ningún momento se me ocurrió que pudiera ser un cretino de aliento fétido y voz gangosa. De manera que volví a la ciudad y al círculo de amistades sumido en la tristeza, encorvado como un impostor agobiado por las culpas. Ahora que soy viejo, pienso que esos caprichos son parte de la riqueza de la vida.”

(Tomado de Diarios de John Cheever)

De vez en cuando regreso con delicia a los Diarios de Cheever. Hace años que lo hago con largas pausas pues estos textos, donde el autor intentó descubrir su yo más íntimo, son para disfrutarlos con pies de gato.

John Cheever nació en Quincy, Massachusetts, en 1921. Recibió el Premio Pulitzer en 1978. Murió en 1982.


domingo, 5 de diciembre de 2010

LA FELICIDAD SE INVENTA EN UN MINUTO.

Por: Lázaro Sarmiento

Él, un héroe del béisbol que se jugaba en las cuatro esquinas del barrio.
Yo, fama de inteligente y de contar historias que sorprendían al grupo.
Un aire de leyenda había quedado entre los amigos de la secundaria por lo que parecía nuestra rivalidad por los labios de la muchacha que estaba de moda aquel año. En el cine Florida proyectaban Iluminación íntima, una película checa. Nocturno difundía Voy a pintar las paredes con tu nombre. Ahora, cuando aquellos amores estudiantiles no son más que cancioncitas en los programas de memorias de las estaciones radio, dices en un segundo correo que yo era hermético pero que en esa época sentías la necesidad de conversar conmigo y que nunca has olvidado esos diálogos breves. Dices más, que tenías también tu propio mundo interior.

Sin que haya ocurrido un cataclismo universal o el colapso de la red, se interrumpe la comunicación entre nuestras computadoras. Me alejo de la máquina y de su perversidad. Resignarse es una estrategia. Hay un imán en medio de la ciudad y quisiera que la multitud me adoptara. Me recuesto en una columna republicana, con una cerveza entre las manos, rodeado de anónimos, en La Habana profunda. No presto atención a la voz que me pregunta la hora, “que si estoy dando una vuelta”. Yo lo que quiero es regresar a mi casa y encontrarme con un nuevo mensaje en la computadora para que vuelvan el barrio, los amigos, el béisbol, los labios ignorados... Y hasta estaría dispuesto a pintar las paredes como en una comedia dulzona de domingo por la tarde.

La felicidad se inventa en un minuto.


Cine Florida de la Calzada 10 de Octubre, La Habana.

jueves, 2 de diciembre de 2010

MARGARITAS EN LOS CAMINOS.

Por: Lázaro Sarmiento

Hace veinte años, un amigo que estaba de vuelta de todos los caminos, me aconsejaba, con un tono en el que se percibía un silbido nostálgico: “no arrojes margaritas a los cerdos.”


-¿Y si de pronto interpreto el papel de cerdo?


Imagen: Domador, obra de la pintora cubana Rocío García
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domingo, 28 de noviembre de 2010

UNA ENTREVISTA “FUERA DE SERIE”.

Por: Lázaro Sarmiento

En una sola noche , oyentes desesperados reportaron la pérdida de seis perros, dos cotorras, una tortuga bebé, un guacamayo y una oca domesticada , además de un buen número de carteras, carnets de identidad y otros documentos y objetos, incluidos un anillo de compromiso de seis brillantes y un neceser con una colección de pelucas, dejada por una modelo de cabaret en el asiento de un auto de alquiler. Ocurrió en la sección ¿Encontró Ud. algo? ¿Perdió Ud. algo? del noticiero nocturno de la emisora COCO de La Habana. Era el año 1990.

Josefa Bracero, en esa época vicepresidenta del Instituto Cubano de Radio y Televisión, ICRT, me había citado para el programa Contacto de la televisión porque Fuera de serie, un espacio que yo realizaba en la COCO, había sido premiado en México por la Asociación de Radiodifusores de América Latina, ULCRA, como Mejor Programa Científico Tecnológico. La Bracero invitó igualmente a Joaquín Cuartas, el patriarca de la radionovela cubana de las últimas décadas, y Abelardo Rodríguez, director de La Novela de las 2, un espacio estelar de Radio Progreso.

Por la tarde, durante el ensayo, todos nos habíamos puesto de acuerdo con la conductora Hilda Rabilero sobre el tema que cada uno tocaría en la transmisión al aire. Me pareció interesante referirme al dramatismo de la sección de cosas extraviadas y encontradas de la COCO. Pero tuve que hacer un colosal esfuerzo para vencer mi timidez. Ensayé varias veces las palabras escogidas para hablar sobre ese mundo perdido todos los días entre los habitantes de la ciudad y la angustia-esperanza que se sentía en las personas que se comunicaban con la cabina de la COCO.

Un amigo poeta, que también trabajaba en la estación, me dijo que sintonizaría y grabaría en una radio grabadora el audio de Contacto para una vez finalizado el programa yo pudiera escuchar la entrevista. Y otro amigo tomaría una foto frente a la imagen de su televisor para que quedaran registrados los cinco minutos de gloria que otorga la pequeña pantalla. Por esos años, los videos domésticos eran bien escasos entre nosotros.

El casete de la grabadora del poeta no pudo recoger ninguna de las palabras preparadas tensamente para referirme en Contacto a las cosas extraviadas por los oyentes en La Habana. La entrevista había sido ubicada al final del programa y, justo en el instante de mi turno, el coordinador advirtió que no quedaba tiempo y había que cortar y pasar al musical de despedida. Y luego los créditos. Así que el episodio terminó de una manera muda, divertida y desestresante para mí.

En cambio, de aquella entrevista “fuera de serie” quedó esta fotografía, extraviada durante veinte años, en la que con un poco de esfuerzo podemos identificar, o imaginar, desde la izquierda, a Abelardo Rodríguez, Joaquín Cuartas, Hilda Rabilero, Josefa Bracero y a este servidor de Buena suerte viviendo.


La locutora Teresa Gómez, el técnico Diego Ubieta y el director Lázaro Sarmiento en un ensayo de Fuera de la Serie, COCO, en 1990. Falta en la imagen el locutor Félix Carbonell. La emisora estaba en esa fecha en la esquina de J y 15, en el Vedado, La Habana.

Arriba: una de las cabinas de Radio Enciclopedia.
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